Las elecciones europeas de mayo de 2014 han sido las primeras desde la aprobación del Tratado de Lisboa (2009) y desde el inicio de la pavorosa crisis de 2008. Elecciones a las que fueron convocados 413 millones de ciudadanos para elegir a 751 eurodiputados.
Para enmarcar adecuadamente el contexto de esta consulta electoral hay que recordar que la actual UE padece una triple crisis simultánea que, en parte, condiciona el comportamiento político de los ciudadanos. Crisis económica en primer lugar tanto por la ausencia de un verdadero gobierno económico europeo responsable y transparente cuanto por la insistencia en mantener recetas “de austeridad” –que han llevado a la actual fractura. En efecto, la “troika” (FMI, BCE y Comisión) sigue insistiendo en sus recetas fundamentalistas: “reformas estructurales” (desregulaciones, privatizaciones, liberalizaciones), disciplina fiscal, “flexibilidad” del mercado laboral (despido libre y contratos “basura”), “moderación” salarial, bajar los impuestos y recortar el gasto público.
En realidad, la gestión de la eurozona desde 2008 ha sido uno de los desastres económicos más grandes nunca vistos: 26 millones de parados, grave fractura norte/sur, desequilibrio abismal entre Alemania y casi todo el resto del área euro, aumento de la deuda pública del 75% al 88% del PIB de la UE. Por tanto, el balance económico es muy negativo ya que la austeridad a ultranza ha deprimido la Europa del sur como nunca (por no mencionar al este), siendo inapreciable el crecimiento, a la par que ha aumentado el deterioro de los servicios públicos esenciales.
En segundo lugar, crisis política debida al notorio déficit democrático de la UE dada su incomprensible arquitectura institucional cada vez más disfuncional. En efecto, en la UE no existe nada remotamente parecido a una división de poderes basada en la lógica mayoría de gobierno/ minoría de oposición, a la vez que la distribución de competencias es confusa (no siempre es fácil determinar quién hace qué) y con sistemas diferentes para adoptar decisiones. En suma, la UE funciona de modo escasamente transparente y muy intergubernamental, en detrimento de las instituciones supranacionales, notoriamente el PE.
Se ha generalizado un repliegue nacionalista ya que, por ejemplo, cada vez hay más recelos frente al sistema Schengen y se atizan pulsiones xenófobas que contagian a partidos convencionales del establishment. A todo esto hay que añadir el actual problema de los gobernantes alemanes, incapaces de liderar políticamente la integración europea ya que la canciller Merkel ha optado por el cortoplacismo y por beneficiar a los grandes intereses corporativos financieros nacionales. En este contexto, la socialdemocracia está ausente y, peor, se ha hecho en gran medida corresponsable de las políticas “de austeridad“ de la “troika” al abrazar las recetas de la “tercera vía”. Por tanto, la UE sigue siendo una entidad muy poco unida políticamente, con muy fuertes contrastes entre el norte desarrollado, el sur en crisis y el este atrasado.
La tercera crisis es cultural, derivada de la ausencia de un “demos” común y de la tan escasa participación cívica en asuntos europeos. De un lado, no existe un “pueblo europeo” digno de ese nombre, y de otro, no se hace el menor esfuerzo por llenar de contenido el rótulo de la “ciudadanía europea” que es puramente virtual y derivado. El gran problema es la marginación real de los ciudadanos del proceso de integración que es economicista y estatalista y dirigido y controlado por reducidas élites. No es casual entonces que las elecciones europeas sigan siendo consideradas de “segundo orden” por el grueso de las opiniones públicas y esto es lo que explica la enorme abstención y el éxito de formaciones antisistema y/o nuevas frente a los partidos convencionales.
Las ofertas programáticas
Si bien los europartidos son más bien virtuales, lo cierto es que han elaborado manifiestos electorales que recogen formalmente sus visiones genéricas de lo que debería hacerse en la UE. Los principales europartidos (ECR, EPP, ALDE, PES, EFA, EGP y PEL) prácticamente reúnen los grandes “ismos” ideológicos europeos, con la excepción de las derechas radicales populistas que no han elaborado manifiesto común.
Para los conservadores –cuyo programa es nítidamente economicista y estatalista– verdadera obsesión es la “competitividad”, término que aparece 15 veces en un texto de 30 páginas. Sus objetivos, expresados con gran radicalidad, son los de conseguir la más absoluta liberalización de los mercados, a la par que defienden la hoy tan irreal soberanía nacional de los estados.
El programa de los Populares es asimismo neoliberal (la expresión “competitividad” aparece asimismo 30 veces en un documento de 40 páginas), con algunas concesiones retóricas –sin compromisos precisos– en materia de regulación y redistribución. Sin embargo, están mucho más detalladas las medidas que preconizan proseguir con las “reformas estructurales” y que descalifican como “populista” cualquier objeción a las mismas. Del tenor aún más neoliberal es obviamente el programa de ALDE, aunque este europartido es, a la vez, uno de los más firmes defensores de la progresiva federalización política de la UE.
Por su parte, el PES hace proclamas genéricas sobre empleo, crecimiento y regulación bancaria, pero aunque reconoce que las recetas neoliberales no sólo han fracasado, sino que son injustas socialmente, no hace la menor autocrítica por haberlas asumido en parte en el pasado. Por lo que hace a EFA, no es casual que se otorgue una centralidad absoluta al principio de autodeterminación nacional como derecho democrático supuestamente “evidente” en sí mismo. A su juicio, la UE debería dar paso a las “verdaderas” (?) naciones a las que se les debería reconocer como estados (si así lo quisieran) de acuerdo con la improbable teoría jurídica de la “ampliación interna”. Lo más interesante de su programa es el conjunto de propuestas concretas para mejorar la baja calidad democrática de la UE y a la vez– y esto no es casual– su defensa del principio de subsidiariedad regional.
El programa de los Verdes, además de un obvio e intenso contenido medioambiental, hay diversas propuestas de justicia social y de refuerzo democrático de la UE. Por último, la posición del PEL es de crítica frontal al neoliberalismo, al poder oligárquico financiero y al déficit democrático de la UE. Este europartido preconiza un vasto programa de reformas sociales redistributivas, con fuertes controles económicos sobre el mercado.
Debates y problemas
El debate paneuropeo debería haberse centrado en dos grandes cuestiones: 1) una estricta evaluación de la Comisión Barroso y 2) un replanteamiento del constante aumento del desequilibrio entre las instituciones intergubernamentales y las supranacionales en favor de las primeras. En el primer caso, para discutir a fondo sobre la crisis del euro y de las políticas de austeridad, en el segundo para abordar a fondo la necesaria reforma política de la UE. Sin embargo, todos estos asuntos han sido más bien secundarios o incluso inexistentes en la mayoría de los países comunitarios.
Es cierto que en los debates de los cinco candidatos a Presidente de la Comisión estos asuntos se plantearon en parte, pero apenas fueron seguidos, salvo excepciones (en España el seguimiento televisivo fue del 0,9%). Entre Junker y Schultz, los dos mejor situados, las diferencias fueron más bien escasas: el primero prometió cierta rectificación “social” y el segundo enfatizó la necesidad del crecimiento. El más integracionista fue Verhofstadt, pero con recetas económicas hiperortodoxas. En suma, los gobiernos europeos insistieron en que estas elecciones eran “cruciales”, pero no hicieron gran cosa para explicar porqué ya que, en el fondo, les resultó más cómodo que siguieran siendo de “segundo orden” y dominadas por agendas nacionales.
En la actual coyuntura, el “consenso de Bruselas” y el dominio del “bloque central” (Populares, Socialistas y Liberales) hace improbable que las políticas comunitarias cambien a fondo, con lo que se confirma la hegemonía de los grandes grupos corporativos financieros sobre la política: la “democracia conforme al mercado” preconizada por Merkel. No es casual entonces que haya cobrado notable fuerza el auge de los populismos, fundamentalmente protagonizados por partidos de la derecha radical (desde neofascistas hasta nuevas derechas), con la eventual irrupción de movimientos de difícil clasificación ideológica como el M5S de Grillo. En cambio, no es de recibo incluir en este bloque a formaciones como Syriza ya que no es euroescéptica, sino eurocrítica: no tiene sentido la primera (des)calificación cuando este grupo político quiere “más” Europa (no menos), pero de “otra” manera. Si sólo fuera “correcta” la actual forma de construir Europa, el pluralismo quedaría liquidado.
Los objetivos de la derecha radical populista se centraron en : 1) abandonar o desmantelar la UE, 2) reducirla, en su caso, a un mero mercado común respetuoso de las soberanías nacionales, 3) suprimir el euro, 4) controlar severamente la inmigración y 5) “barrer” a la “clase política” del establishment. Estos grupos consiguieron marcar en gran medida la agenda política de diversos países en los que caló su mensaje de repliegue nacionalista excluyente.
La campaña en algunos países clave
En Francia el FN (Le Pen) consiguió polarizar la campaña y configurarse desde el primer momento como el favorito, con tintes alarmistas sobre el carácter intrusivo, antinacional y no democrático de la UE: los partidos convencionales (la UMP y el PS) fueron incapaces de contrarrestar sus argumentos y fueron a remolque del FN, mientras que la izquierda radical se reveló asimismo muy insuficiente para competir con la marea lepenista.
En el Reino Unido, UKIP (Farage) impuso sus temas (abandonar la UE, cerrar las puertas a la inmigración) y no sólo los conservadores (en el gobierno) fueron incapaces de hacer frente a tales propuestas, sino que se sumaron en parte a las mismas. Por lo demás, el partido laborista, como líder de la oposición, no estuvo a la altura de las circunstancias y no supo capitalizar el descontento popular con relación a los tories.
En Italia, Renzi, Grillo y Berlusconi (tres líderes que no están en el Parlamento nacional y el primero en el gobierno, pero sin haber pasado por las urnas) necesitaban afianzarse. El duelo final se centraría en el PD y el M5S, a la vez que la LN buscó consolidar su espacio explotando la xenofobia.
En Holanda el PVV de Wilders (situado en primer lugar en las encuestas) no sólo defendió la salida del euro, sino incluso de la propia UE. Estas propuestas fueron totalmente rechazadas por los partidos convencionales y por los poderes económicos y financieros del país y tuvieron una incidencia limitada y, a la postre, no favorable para Wilders.
Por último, en España las previsiones iniciales con relación a la participación eran más bajas que en 2009, con la excepción de Cataluña a causa del proceso soberanista. El PP y el PSOE realizaron una campaña de baja intensidad, como si las elecciones fueran un puro trámite (más para los conservadores que para los socialistas). Es más, contra menos participación el previsible retroceso de ambos y el ascenso de los partidos menores podría relativizarse. Por lo demás, los dos intentaron que el voto se concentrara en ellos, pero el desgaste mutuo y el hecho de que las elecciones europeas no sirvan para elegir a ningún verdadero gobierno debilitaron el “voto útil”. En consecuencia, la confrontación PP/PSOE fue puramente doméstica, encaminada a preservar el bipartidismo institucional y con diferencias secundarias en políticas económicas pues ambos han aceptado los dictados de la “troika” (Zapatero apoyó a Barroso, claudicó ante Merkel e hizo la reforma express del art. 135 de la Constitución).
El tradicional europeísmo de los españoles está retrocediendo porque aunque la gran mayoría prefiere seguir vinculado a la UE, la desconfianza en sus autoridades es ya muy mayoritaria. Por lo demás, a la pregunta de si los eurodiputados españoles deben representar los intereses de España o los del eurogrupo ideológico, el 84.9% responde que lo primero y sólo el 12.8% lo segundo. Un síntoma –del todo común en el resto de países comunitarios– que refleja el tan bajo grado de cohesión paneuropea alcanzado. Por si faltaba algo, en algunas coaliciones se producen elementos de confusión que la gran mayoría de sus electores suele desconocer: los eurodiputados de CiU se integran en eurogrupos diferentes (Liberales y Populares respectivamente), así como los de IU-ICV (Izquierda y Verdes, unos y otros).
En Cataluña los partidos soberanistas (CiU, ERC, ICV) impusieron su agenda y centraron la campaña en la necesidad de hacer la “consulta” esperando algún (improbable) aval de la UE. ICV hizo esfuerzos para subrayar los asuntos económicos y sociales, pero su aceptación de los confusos términos de la consulta que sólo benefician a la estrategia de ERC y, en parte, de CiU, diluyó en buena medida su mensaje en tales dimensiones. La cuestión más interesante resultó ser la posibilidad del sorpasso de ERC –algo que pareció incluso atemorizar a este partido que insistió en que la clave era el procés, no ganar–, lo que provocó notoria inquietud en CiU. En todo caso, la creciente debilidad del PSC lo colocó en una posición claramente secundaria y aún peor apareció el PP. Por tanto, también en Cataluña el debate estuvo totalmente dominado por asuntos internos y no europeos.
Los resultados
Se han confirmado las previsiones iniciales, de ahí que los dos rasgos más sobresalientes de estas elecciones hayan sido:1) el desinterés mayoritario ya que la participación sólo consiguió movilizar al 43.1% de los europeos (el minúsculo consuelo es que la abstención se ha detenido ligerísimamente ya que votó un 0.09% más que en 2009) y 2) el auge de los diversos populismos (casi todos de la derecha radical) con porcentajes cercanos al 20%. Desde el primer punto de vista, debe constatarse la diferencia entre el tan apático Este (una media del 32% de participación) y el más participativo Oeste (una media del 53%). Desde el segundo, está claro que el voto de protesta es lo más llamativo de estas elecciones, especialmente por los terremotos políticos de Francia y el Reino Unido que, con todo, deben ser relativizados ya que en otros países el comportamiento electoral ha sido mucho menos turbulento.
Una vez más, se ha confirmado que no ha existido una campaña paneuropea (el remedo de los cinco candidatos apenas ha funcionado) y que los europartidos son virtuales. En cualquier caso, los partidos del “bloque central” siguen siendo ampliamente mayoritarios (cerca de los 2/3), aunque a la baja. El panorama es el siguiente: el EPP resiste (a la baja), el PES aumenta ligeramente, ALDE aguanta (a la baja), G-EFA prácticamente siguen igual (con un pequeño retroceso), ECR retrocede un poco, EFD aumenta algo y un resto relativamente numeroso) aún no ha decidido su ubicación en el PE. El EPP y el PES alcanzan el 55% solos y tienen 397 de los 751 escaños: el primero sigue siendo la primera fuerza (lo es desde 1999), pero con pérdidas por los deficientes resultados del PP español y de FI, y el segundo ha padecido por los desastrosos resultados del PSF y del PSOE que no han podido ser compensados por los excelentes del PD y los bastante buenos del SPD.
Este PE está más fragmentado que el anterior y si la UE funciona siempre a modo de “gran coalición” esta inercia podría acentuarse ahora para evitar la “ingobernabilidad”. La cuestión clave es saber si las autoridades comunitarias y los gobiernos nacionales tradicionales van a sacar consecuencias reales, no retóricas (no basta afirmar su “preocupación”) de los resultados. Y es que, pese al ascenso de la derecha radical populista, el hecho de que el “bloque central” disponga de una cómoda mayoría trabaja en favor de la inercia continuista. Si esto se confirma y se mantienen en lo esencial las mismas recetas, las tensiones y protestas aumentarán.
El populismo ha tenido éxito porque hace un diagnóstico muy simplista y esquemático (señala objetivos fáciles como culpables: Bruselas, los inmigrantes, el euro, la partitocracia) y propone terapias expeditivas (e irreales) que encuentran audiencia social entre muchos perdedores del actual proceso de integración europea. Es decir, el populismo es un síntoma más de los graves errores de la “troika” y de los gobiernos nacionales empeñados en las mismas recetas. Con todo, aunque cuantitativamente son muchos los partidos de esta familia que han conseguido representación, son muy heterogéneos entre sí o sea que sus diferencias internas les separarán. En efecto, el principal problema que tienen los populistas es el de su falta de cohesión ya que, al ser fundamentalmente ultranacionalistas es muy difícil su coordinación.
Algunos casos específicos, con particular referencia a España (y Cataluña)
En Francia el FN, al convertirse en el primer partido del país, se ha beneficiado del tremendo desgaste de Hollande (que Valls no ha podido corregir) y del descrédito de la UMP (por diversos escándalos de financiación irregular), lo que debería obligar a los partidos del establishment a una rectificación en toda regla.
En el Reino Unido ha sido la primera vez que el partido líder de la oposición (en este caso, el laborista) no gana unas elecciones europeas. El buen resultado en las paralelas elecciones locales parciales (tercer partido) hace que UKIP pueda tener posibilidades en unas elecciones generales. Su campaña anti-UE y anti-inmigrantes ha dado resultados al convertirlo nada menos que en el primer partido del país en el PE.
En Alemania la gran coalición goza de buena salud (CDU/CSU 36.3% y SPD 27.4%), de ahí que la entrada –a mucha distancia– de AfD no sea, de momento, muy preocupante, pero es un síntoma de un creciente distanciamiento.
Italia ha resultado ser una excepción, tanto porque ha ganado con creces el partido del gobierno, como porque es el único relevante vinculado a la socialdemocracia europea (aunque se pueden añadir los buenos resultados de la socialdemocracia rumana) que ha triunfado. La gran habilidad de Renzi ha sido recortar la incidencia de Grillo y arrinconar a Berlusconi, de ahí que- tras su discutible llegada a la presidencia del gobierno- haya conseguido ahora una plena legitimación. El PD no sólo es de largo el primer partido nacional, sino que por primera vez tiene presencia homogénea en todo el país habiendo superado la maldición de estar confinado a las antiguas regiones “rojas” del centro. Este éxito se ha debido al fuerte retroceso de FI y al hecho de que muchos italianos han querido frenar a un movimiento tan confuso y personalista como el M5S.
En Grecia, Syriza (26.7%) ha sido la excepción (único partido de la izquierda radical que ha ganado en la UE), derrotando al gobierno liderado por el conservador Samarás (22.8%). En todo caso, los neonazis locales han consolidado sus posiciones (9.3%) con su programa anti-UE, virulentamente xenófobo y represivo.
En España el dato más llamativo ha sido el fortísimo retroceso del bipartidismo (del 80% al 49%), mucho mayor de lo esperado (los dos grandes confiaban en alcanzar al menos el 65%). En efecto, el PP pierde 2.6 millones de votos (en comparación con las europeas de 2009), unos 16 puntos de caída y ocho escaños, y el PSOE 2.5 millones de votos, 15.7% puntos de caída y nueve escaños. La gravísima crisis económica y la vacía retórica del gobierno sobre los supuestos inicios de la recuperación han afectado de lleno al PP y la falta de credibilidad del PSOE ( corresponsable de las políticas de austeridad en 2010), así como el rechazo que suscita en el 15-M le han pasado factura. El desastre del PP y de los socialistas es aún mayor en Cataluña (quinto y tercer partidos respectivamente) y entre ambos apenas suponen allí el 25%; es decir, ocupan un espacio periférico. El PSOE sólo ha obtenido un buen resultado en Andalucía (Susana Díaz), pero del todo insuficiente para ser alternativa general. En suma, el panorama de las elecciones europeas en España es más fragmentado que nunca al haber otorgado representación a diez formaciones (el doble que en 2009) y, por cierto, con una suma de las dispersas izquierdas bastante superior la de todas las derechas.
Sin duda, la gran sorpresa la ha dado Podemos, un nuevo partido creado en tres meses que ha obtenido cinco escaños, el 7.9% (pisándole los talones a IU) y con 1.2 millones de votos. Un líder mediático muy eficaz (Pablo Iglesias), un uso muy hábil de las redes y la colaboración de muchos voluntarios muy activos ha dado un salto enorme, de ahí que Podemos haya cubierto una demanda huérfana de referentes y haya sabido aparecer como más renovada que IU y eso pese a su acrítico apoyo al chavismo.
Por lo que hace a otras formaciones, UPyD aumenta (pero menos de lo esperado) y C’s queda mejor fuera de Cataluña (en esta Comunidad pasa del 7.5 % al 6.2%), dos partidos sustancialmente idénticos sólo separados por personalismos. A su vez, en Euskadi y Navarra el PNV y Bildu han quedado prácticamente empatados, ganando el primero en la Comunidad vasca y el segundo en la foral.
En Cataluña gana por primera vez una fuerza que no es ni CiU ni el PSC, sino ERC (el primer partido en Cataluña tras 78 años) y ha sido la hegemonía del debate soberanista lo que ha llevado a este desenlace. Se ha producido una fuerte movilización del electorado soberanista (con todo, cuantitativamente inferior a la que se dio en las elecciones autonómicas a causa del mayor abstencionismo en las europeas).
El Presidente Mas se consoló al afirmar que el bloque soberanista es mayoritario (55%), pero archivó su frase de campaña de que sería muy negativo que el partido de gobierno en España (PP) ganase y el de gobierno de Cataluña (CiU) no. Por tanto, no ha habido autocrítica y la salida ha sido afirmar que el procés sigue adelante. Es cierto que la pérdida es sólo del 0.5% y que incluso CiU ha tendido 110.000 votos más que en las anteriores europeas, pero el hecho objetivo –y muy simbólico– es que ERC ha ganado, algo que no había ocurrido nunca desde la restauración de la democracia. Por su parte, el PSC pierde más de 350.000 votos y el PP catalán unos 110.000, algo que les margina y que tendría que provocar profundos cambios en ambos partidos.
Un apunte conclusivo
En definitiva, los resultados de estas elecciones ofrecen una primera impresión impactante (y preocupante) debida fundamentalmente al triunfo de los ultras en dos de los estados más importantes de la UE. Sin minimizar en absoluto esta realidad, es cierto que los partidos europeos favorables a la integración siguen siendo ampliamente mayoritarios, pero está claro que si se conforman con esta constatación demostrarán no haber entendido que lo ocurrido en mayo de 2014 puede ser el principio de un proceso de repliegue nacionalista tal vez irreversible a largo plazo. Por tanto, se trata no sólo de tomar buena nota de la sacudida que ha representado este serio aviso involucionista, sino de rectificar en toda línea con actores, programas y perspectivas críticas abiertos a invertir el actual rumbo comunitario.
Así pues, tras estas elecciones europeas parecerían abrirse tres hipotéticos escenarios: 1) mantener en lo esencial el continuismo, tal vez con algunos reajustes menores ( el “bloque central” parece encaminarse en esta dirección), 2) abandonar o liquidar la UE ( es la posición de las derechas radicales populistas, por sí solas muy insuficientes para alcanzar tal objetivo) y 3) reestructurar la UE de arriba-abajo e involucrar a la ciudadanía ( los escasos grupos que defienden una federalización política democrática y con justicia social). En cualquier caso, la reforma de la UE (parcial o profunda) no podrá progresar si no surge un grupo de estados importantes decidida a llevarla a cabo y hoy por hoy no se vislumbra tal posibilidad por el predominio de visiones nacionalistas en los que podrían liderar tal proceso.
Cesáreo Rodríguez-Aguilera
Catedrático de ciencia política de la Universitat de Barcelona
Fuentes:
Se han consultado a diario los periódicos El País y La Vanguardia desde el 9 de mayo hasta el 30 del mismo mes de 2014. Aleatoriamente se han consultado La Repubblica, Il Corriere della Sera, Le Monde y The Independent durante el mismo período. Además, se han consultado los programas de los siete europartidos más relevantes.
Siglas:
– AfD: Alternative für Deutschland / Alternativa por Alemania
– ALDE: Alliance of Liberals and Democrats for Europe/ Alianza de los Liberales y los Demócratas por Europa.
– Bildu: Reunión
– C’s: Ciutadans/ Ciudadanos
– CDU: Christlich-Demokratische Union/ Unión Demócrata Cristiana
– CiU: Convergència i Unió/ Convergencia y Unión
– CSU: Christlich-Soziale Union/ Unión Social Cristiana
– ECR: European Conservatives and Reformist/ Conservadores y Reformistas Europeos
– EFA: European Free Alliance/ Alianza Libre Europea
-EFD: Europe of Freedom and Democracy/ Europa de la Libertad y la Democracia
– EGP: European Green Party/ Partido Verde Europeo
– EPP: European Popular Party/ Partido Popular Europeo
– ERC: Esquerra Republicana de Catalunya/ Izquierda Republicana de Cataluña
– FI: Forza Italia/ Aúpa Italia
– FMI: Fondo Monetario Internacional
– FN: Front National/ Frente Nacional
-G-EFA: Greens-European Free Alliance/ Verdes-Alianza Libre Europea
– GUE/ NGL: Gauche Unitaire Européenne/ Nordic Green Left/ Izquierda Unitaria Europea/ Izquierda Verde Nórdica
-ICV: Iniciativa per Catalunya Verds/ Iniciativa por Cataluña Verdes
– IU: Izquierda Unida
– LN: Lega Nord/ Liga Norte
– M5S: Movimento Cinque Stelle/ Movimiento Cinco Estrellas
– NI: No Inscritos
– PD: Partito Democratico/ Partido Demócrata
– PE: Parlamento Europeo
– PEL: Party of European Left/ Partido de la Izquierda Europea
– PES: Party of European Socialists/ Partido de los Socialistas Europeos
– PIB: Producto Interior Bruto
– PNV: Partido Nacionalista Vasco
– PP: Partido Popular
– PS: Parti Socialiste/ Partido Socialista
– PSC: Partit dels Socialistes de Catalunya/ Partido de los Socialistas de Cataluña
– PSOE: Partido Socialista Obrero Español
– PVV: Partij Voor de Vrijheid/ Partido de la Libertad
– SPD: Sozialdemokratische Partei Deutschlands/ Partido Socialdemócrata Alemán
– S&D: Socialists and Democrats/ Socialistas y Demócratas
– Syriza: Synaspismós Rizospastikís Aristerás/ Coalición de la Izquierda Radical
– UE: Unión Europea
– UKIP: United Kingdom Independence Party/ Partido de la Independencia del Reino Unido
– UMP: Union pour un Mouvement Populaire/ Unión para un Movimiento Popular
– UPyD: Unión Progreso y Democracia
RESULTADOS DE LAS ELECCIONES EUROPEAS 2014 (de mayor a menor. Composición provisional):
Parlamento Europeo |
España |
Cataluña |
Eurogrupo/ Escaños/ % |
Partido/Escaño/% |
Partido/% |
EPP 214 28.5 S&D 191 25.4 ALDE 64 8.5 G-EFA 52 6.9 ECR 46 6.1 GUE/NGL 45 5.9 EFD 38 5.0 NI 41 5.4 No ubicados 60 7.9 |
PP 16 26.1 PSOE 14 23.0 IU 6 9.9 Podemos 5 7.9 UPyD 4 6.4 CiU 3 5.4 ERC 2 4.0 C’s 2 3.1 Bildu 1 2.0 Compromìs 1 1.9 |
ERC 23.7 CiU 21.9 PSC 14.3 ICV 10.3 PP 9.8 C’s 6.3 |