Europa sin estados. Unión política en el (des)orden global – Cesáreo Rodríguez-Aguilera

Moreno, Luís. Europa sin estados. Unión política en el (des)orden global, Madrid: Ediciones la Catarata 2014. ISBN: 978-84-8319-909-1

El profesor e investigador Luís Moreno, acreditado especialista en sociología y ciencia política, ha escrito un nuevo libro indispensable sobre la actual crisis europea. Obra estructurada en tres capítulos, uno teórico, el siguiente con trasfondo histórico y el último sobre algunos de los principales dilemas políticos que tiene que encarar hoy la Unión Europea (UE). Se trata de un trabajo analítico riguroso, basado en un muy amplio conjunto de fuentes científicas y que combina una sólida base teórica con la aportación de elementos empíricos clave.

La tan grave crisis económica generalizada en 2008 tiene además serias implicaciones políticas ya que ha acelerado la distancia entre la “clase política” y los ciudadanos (el fenómeno de la “desafección”), de ahí el auge de diversos populismos de protesta. Esto ocurre no sólo por la corrupción y los privilegios de la “casta”, sino porque el centroderecha y centroizquierda gobernantes en la UE resultan prácticamente indistinguibles en sus políticas económicas unidireccionales de cariz neoliberal.

En efecto, treinta años de neoliberalismo han recortado el Estado del bienestar (supuestamente “insostenible”) y de ello son responsables tanto las derechas conservadoras (desde Margaret Thatcher) hasta las izquierdas moderadas que abrazaron la infausta “tercera vía” (Tony Blair, Gerhard Schröder). Las desregulaciones, privatizaciones y liberalizaciones han desarmado económicamente al Estado como nunca antes: los gobiernos, en vez de recurrir a los impuestos, se han endeudado con la banca privada. Así, los políticos del establishment se han adaptado a los intereses de las grandes corporaciones financieras, algo agravado por el fenómeno de las “puertas giratorias” que ha reducido aún más la ya escasa autonomía de los gobernantes, con lo que la sociedad pierde en términos de democracia y bienestar.

El famoso “modelo social europeo”, un rasgo distintivo único hoy víctima de la globalización neoliberal y de gobiernos europeos del todo plegados a los imperativos de los “mercados”, corre el riesgo de convertirse en una referencia histórica. Las inflexibles políticas de austeridad a ultranza (prioridad absoluta al control de la deuda y recortes drásticos del gasto social) han provocado el aumento del paro, los rescates bancarios a cuenta del Estado (los contribuyentes), el agravamiento de la fractura Norte/ Sur en la UE y el crecimiento de las desigualdades (cerca de ¼ de los ciudadanos europeos está en riesgo de pobreza). Se está produciendo una involución hacia el capitalismo manchesteriano cuando es imposible competir en costes salariales con los países emergentes asiáticos, por ejemplo, pero es obsesión de los neoliberales la de “flexibilizar las rigideces” de los mercados laborales.

Son el capitalismo financiero especulativo y el adelgazamiento del Estado los que han producido el efecto TINA (el conocido there is not alternative de Thatcher). En efecto, todo está al servicio de los intereses de las grandes corporaciones financieras por encima de la economía real (la productiva) y de los deseos democráticos de los ciudadanos. Cualquier intento de desmarcarse (para intentar un keynesianismo nacional) es rápidamente liquidado (dimisión de Giorgios Papandreu, viraje de François Hollande). Como todos los gobiernos europeos aplican las mismas recetas económicas esto tiene dos consecuencias muy negativas: 1) el pluralismo y las alternativas quedan devaluados (hay alternancias de gobierno, pero no cambios sustanciales de orientaciones económicas) y 2) como este proceso genera ganadores (pocos) y perdedores (muchos) y la socialdemocracia es incapaz de desmarcarse del efecto TINA, quien capta mayoritariamente el descontento social es hoy, sobre todo, la derecha radical populista.

La desregulación financiera ha sacrificado la democracia europea y por ello se está avanzando en una integración económica sin controles y sin contraprestaciones. El actual proceso reduce la democracia y la justicia social, de ahí que la pérdida de soberanía nacional no se compense con una UE más representativa, participativa, garantista y transparente. La extraña e incomprensible arquitectura institucional de la UE (el conocido OPNI –objeto político no identificado– que señaló Jacques Delors) no ayuda a su democratización pues favorece el elitismo tecnocrático, la opacidad procedimental y la bien escasa rendición de cuentas, lo que produce una muy baja legitimidad social. La “troika” (BCE, FMI, Comisión) –una institución no prevista por los tratados comunitarios– es el verdadero gobierno económico que se impone a los estados del área euro (con la excepción de Alemania, el gran beneficiario de la actual política).

La UE, como entidad heterogénea y multinivel (sin jerarquía de autoridad) funciona gobernada por una “gran coalición” fáctica del “bloque central” (Populares, Socialistas, Liberales). En efecto, el “método comunitario” (típico del funcionalismo incremental) busca a toda costa el consenso, lo que da lugar a políticas poco ambiciosas basadas en el mínimo común denominador, de ahí el cortoplacismo y la lentitud habituales en la UE.

Esta falta de alternativas reales hace que todo el entramado esté viviendo un tremendo y acelerado proceso de deslegitimación social ya que hace años que se acabó el “consenso permisivo”. En consecuencia, no es casual que aumenten las oposiciones al actual proceso de integración europea, encarnadas –desde diferentes perspectivas ideológicas– por la variopinta y heterogénea panoplia de euroescépticos, eurófobos y eurocríticos. Lo inquietante es que sea la extrema derecha la que sobresalga en estas críticas (algunas con base real) ya que focaliza su rechazo en Bruselas, el euro, los inmigrantes y la “casta política”.

Coincido plenamente con Luís Moreno a la hora de señalar que la principal responsabilidad en el impasse político de la UE radica en los anacrónicos estados-naciones que, por descontado, se resisten a desaparecer. Se mantienen principios hoy irreales (la soberanía nacional) que reflejan los intereses corporativos de las élites políticas nacionales, reacias a una verdadera unión política supranacional. La paradoja es que estos grupos –tan celosos de su soberanía política– han claudicado por completo ante las grandes corporaciones financieras transnacionales.

En estas circunstancias, Luís Moreno traza cinco posibles escenarios de futuro para la UE: 1) renacionalizar, 2) mantener el statu quo, 3) avanzar gradualmente sin proyecto definido, 4) dar un salto cualitativo y 5) refundar todo el proyecto. El primer escenario no es imposible, pero sería un enorme paso atrás, en todo caso con un muy alto coste, dada la profundidad integracionista alcanzada. Los escenarios cuarto y quinto parecen asimismo improbables ya que requerirían de un vuelco espectacular en la correlación de fuerzas europeas, con un protagonismo de actores federalistas que hoy no se vislumbra. Por tanto, lo más probable es que nos movamos entre los escenarios dos y tres: el primero tiene un alto precio, ya que se ha llegado a una situación en la que el continuismo inmovilista será cada vez más insostenible puesto que atizará las protestas sociales. Por tanto, es más plausible que se acabe abriendo una fase de reajuste parcial tanto por imperativos de gobernanza económica como por necesidad de reducir las tensiones sociales. Sin embargo, nada está escrito y todo dependerá de los cambios en la correlación de fuerzas en los estados nacionales y en la UE en su conjunto.

En conclusión, el libro de Luís Moreno traza un diagnóstico muy certero de la actual crisis europea y abre profundas perspectivas de reflexión para darle un nuevo contenido estratégico a un proyecto que, pese a todo, sigue siendo indispensable.

Cesáreo Rodríguez-Aguilera

Catedrático de ciencia política. Universidad de Barcelona

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