Eleccions USA 2014 – Josu de Miguel Bárcena

Se acaban de celebrar las elecciones en los Estados Unidos. Como se sabe, los Padres Fundadores de la República norteamericana diseñaron una forma de poder en la que el sistema político genera constantemente cambios en la distribución partidista de las instituciones, con el objetivo de moderar los cambios sociopolíticos y dar estabilidad al sistema constitucional en su conjunto. De este modo, toda Presidencia se ve siempre desafiada a mitad de mandato (midterms) por unas elecciones en las que se renueva una parte importante del Congreso (toda la Cámara de Representantes y un tercio del Senado) y del poder estatal (gobernadores y legislativos). Generalmente, estos procesos electorales tienen una lectura nacional, en la medida en que sirven para valorar el apoyo popular al Presidente. La primera gran conclusión tras conocer los resultados, es que Obama y el partido demócrata han sido severamente derrotados.

Obama: ¿una Presidencia fallida?

Causa perplejidad que el partido de Obama haya tenido un resultado tan adverso. Ya se sabe que las Presidencias norteamericanas siempre son valoradas en perspectiva histórica, pero los datos de su mandato, después de casi seis años, son ciertamente positivos. Cuando Obama llegó a la Presidencia, Estados Unidos tenía un paro del 10%, un déficit federal del 11% y una caída en picado del PIB. En el momento de escribir estas líneas, el paro roza el 6%, el déficit federal se ha situado en el 3% y el PIB crece al año más de un 3,5%. Evidentemente, el país tiene problemas serios: salarios bajos, alta desigualdad, bolsas de pobreza y dificultades para integrar la inmigración. Pero solo hace falta mirar la situación de Europa en su conjunto –y de algunos países particularmente- para darse cuenta de que todo es cuestión de perspectiva.

En los seis años de mandato, pese a que desde 2010 los republicanos dominan la Cámara baja, Obama no solo ha conseguido un resultado espectacular en los datos macroeconómicos, sino que ha sacado adelante proyectos políticos de gran importancia. El principal, el Obamacare, ha servido, pese a la encarnizada oposición de algunos republicanos, para dar cobertura médica por primera vez a más de diez millones de estadounidenses. Pese a que algunas constituciones estatales incorporaron enmiendas para que los funcionarios no participaran en el nuevo sistema de sanidad pública y que el Tribunal Supremo tendrá que abordar próximamente algunas cuestiones relacionadas con su financiación, el Obamacare es un éxito del que se están beneficiando incluso las propias aseguradoras. De hecho, hoy ya no forma parte del argumentario de la oposición republicana.

Estados Unidos cuenta además con un nuevo sistema de regulación financiera (Ley Dodd – Frank, julio de 2010), mucho más transparente y menos condescendiente con Wall Street, que ha conseguido estabilizar financieramente al país, dividiendo las funciones de la banca comercial y de inversión y protegiendo a los contribuyentes norteamericanos de los costes de los rescates de entidades financieras. Al día de hoy, todas las entidades rescatadas han devuelto el dinero a la Reserva Federal con intereses, exactamente igual que en Europa. En el ámbito medioambiental, el Gobierno federal ha establecido una inteligente estrategia, mediante la acción de diversas agencias reguladoras y actos ejecutivos, para poner en marcha los primeros programas de envergadura (energía solar y eólica) que deberían servir a los Estados Unidos para cumplir con los modestos compromisos internacionales adquiridos en materia de cambio climático. Aunque tímidas, son importantes también las nuevas medidas en materia de restricción de armas –algunos referéndums estatales de estas elecciones estaban enfocados a neutralizar dichas regulaciones- y de consumo, donde de nuevo las agencias federales están jugando un importante papel en el despliegue de lo que ahora comienza a denominarse como paternalismo libertario.

Dejamos para el final el tema de la justicia. En diciembre de 2013, tras cinco años de permanentes vetos y filibusterismo de los republicanos, el Senado decidió cambiar las reglas para nombrar jueces en los tribunales de circuito federales, lo que ha permitido a Obama realizar numerosas designaciones con el objetivo de dar una mayor representatividad a las minorías. Como se sabe, en Estados Unidos la justicia es la continuidad natural de la política; con estos cambios, Obama busca seguir manteniendo los programas de discriminación positiva y afianzar un número aceptable de posibles candidatos a renovar en el futuro el Tribunal Supremo.

A pesar de todo lo reseñado, como veremos a continuación, los resultados de las elecciones han sido francamente desfavorables a Obama y su partido. Los analistas aún no se ponen de acuerdo por las razones del fracaso. Sin embargo, el principal motivo parece la debilidad del propio partido demócrata, incapaz de apoyar la Presidencia, dar a conocer sus éxitos y articular un discurso alternativo a las simplificaciones que es capaz de proyectar en la opinión pública el partido republicano. Éste último, mucho mejor financiado, ha sido capaz de crear marcos mentales muy efectivos (y simples) a la hora de convencer a los norteamericanos de la debilidad de la Presidencia de Obama, al que acusan de ser poco eficaz en la lucha contra el ébola, de ser el culpable de la crisis de Siria y de hacer crecer hasta límites insospechados la actividad del Gobierno. La campaña electoral, a nivel nacional, ha girado en torno a estas cuestiones.

Los resultados: nivel federal y estatal.

En lo relacionado con el Congreso, el partido republicano ha alcanzado una mayoría holgada en la Cámara baja. Los republicanos renuevan mayoría consiguiendo 243 representantes, por 178 los demócratas. En realidad, la esperanza de conseguir esta Cámara para los demócratas se sitúa en el 2020, cuando se elaborará un nuevo censo en todos los Estados y estos tengan la posibilidad de mover los distritos electorales para buscar votos de acuerdo a los intereses del partido que domine las instituciones estatales (gerrymandering). Como se sabe, el Tribunal Supremo ha limitado la posibilidad de realizar estas prácticas a una vez cada diez años (League of United Latin American Citizens vs. Perry, 2006). En el Senado, la Cámara clave para algunos nombramientos presidenciales, los republicanos consiguen la mayoría en detrimento de los demócratas (52 por 46), a falta de conocerse el resultado definitivo en Alaska y de producirse la segunda vuelta en Luisiana, donde ninguno de los candidatos consiguió el 50% de los votos. Los conservadores han conseguido ganar en Estados como Colorado o Carolina del Norte, manteniendo Kansas, donde estaban amenazados por un independiente, y rozando la sorpresa en New Hampshire. Por consiguiente, a partir de ahora, el Congreso bloqueará previsiblemente todas las iniciativas de Obama o impondrá sus propias condiciones a las reformas o nombramientos.

En el ámbito de los Estados, la victoria de los republicanos también es importante. Allí donde se elegían Gobernadores, los republicanos han conseguido renovar sus candidatos y aumentar tres más. Estos pierden Pensilvania, donde un gobernador vinculado al Tea Party con una gestión desastrosa da paso a un demócrata. No ha ocurrido lo mismo en Kansas, donde el experimento apadrinado por el economista Laffer ha dejado un Estado en bancarrota, con mayor paro y unos niveles de pobreza no conocidos. Por último, los republicanos consiguen Estados como Illinois, Maine y sobre todo Massachusetts, feudo tradicionalmente demócrata. Muchas de las victorias en los ejecutivos estatales han ido acompañadas de mayorías legislativas, lo que da lugar a un fenómeno particularmente novedoso en el sistema político norteamericano: la existencia de gobiernos monocolores en los que sobre el papel será más fácil cumplir con los programas políticos planteados a los electores. Aunque siempre hay que ir caso por caso.

Por último, como se sabe, coincidiendo con las elecciones se han celebrado una miríada de referéndums en los Estados. No obstante la baja participación, las Cámaras estatales lanzan propuestas para que sean decididas por los electores. En algunas ocasiones, los plebiscitos aprueban normas claramente inconstitucionales, como la pretensión de nulificar leyes federales, que posteriormente son anuladas sin miramientos por los tribunales federales de circuito. La nulificación se ha puesto de moda en Estados Unidos desde que Obama es Presidente, particularmente por políticos y académicos vinculados al Tea Party, a pesar de que la Corte Suprema la declaró contraria a la cláusula de supremacía del art. V de la Constitución en 1958. Los resultados de los referéndums deparan algunas sorpresas y curiosidades: en Estados donde ganan las mayorías republicanas, salen derrotadas algunas propuestas de limitar el derecho al aborto. En otros se ha votado aumentar el salario mínimo (Arkansas o Nebraska) o la legalización de la marihuana para algunos usos (Oregón). La casuística es enorme para ser analizada, pero en todo caso demuestra la vitalidad de la democracia americana en las comunidades locales y estatales, donde los movimientos sociales son capaces en ocasiones de incidir en la agenda política de los dos grandes partidos.

Después de las elecciones: perspectivas políticas.

A pesar de todo lo señalado, conviene no sacar conclusiones apresuradas sobre las elecciones del martes día 4 de noviembre. Históricamente, las midterms de los segundos mandatos siempre han sido un castigo para el Presidente, excepto para  Roosevelt, Clinton y Bush hijo. Por lo general, los dos partidos se están posicionando para las elecciones de 2016, donde los republicanos tendrán pese a todo difícil conseguir la Presidencia. En las presentes elecciones estaban llamados a votar cerca de 25 millones de hispanos, la mayoría de ellos concentrados en las zonas más pobladas del país, donde se juegan los colegios electorales más importantes. Sin embargo, el discurso republicano sobre temas como la discriminación o la inmigración, hace muy difícil la aproximación a esos votantes. Es por ello, que el final del mandato de Obama puede resultar paradójicamente positivo, en la medida en que los republicanos pueden intentar moderar su discurso llegando a acuerdos con los demócratas en el Congreso, particularmente en la reforma de la inmigración que quiere plantear el Presidente.

Próximamente se tendrá que elegir un nuevo Fiscal General tras la dimisión de Eric Holder (Obama acaba de proponer a Loretta Lynch, fiscal afroamericana de Nueva York) y abordar otros nombramientos en el ámbito nacional. Se verá entonces la disposición de los republicanos a negociar. Queda descartada la elección de un nuevo juez para el Tribunal Supremo, pese a que Ruth Ginsburg había dejado caer que se estaría planteando la retirada. Obama no podrá cerrar así una configuración más progresista de la institución, después de los nombramientos de Kagan y Sotomayor.

En fin, las elecciones de noviembre de 2014 no resultan una novedad en el ciclo electoral histórico de los Estados Unidos. Se ha castigado al Presidente como consecuencia de la insatisfacción política que existe entre los norteamericanos, una insatisfacción provocada por los efectos de la crisis y la reconfiguración global del poder, que está disminuyendo la participación de las potencias mundiales en el reparto de la riqueza económica. Sin embargo, si lo comparamos con Europa, Estados Unidos está sabiendo manejar mucho mejor las circunstancias externas e internas que ponen en cuestión su posición en el mundo. Parece, en todo caso, que al margen de la presencia más o menos histriónica del Tea Party, en Estados Unidos siguen lejos de posibles movimientos políticos con aspiraciones fundantes, constituyentes o revolucionarias. La centralidad norteamericana está fuertemente arraigada en la teología que rodea al proyecto constitucional, la articulación del mercado como forma de integración social y la presencia de un Gobierno con el objetivo de asegurar la igualdad de oportunidades de todos los individuos. Quizá el declive popular de Obama, haya tenido que ver con la promesa de un proyecto utópico que no estaba en la tradición política norteamericana y los hombres que la formaron, como reza el título de la obra clásica de Richard Hofstadter.

Josu de Miguel Bárcena
Universidad Autónoma de Barcelona
Visiting Scholar Kansas State University

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