La caída del muro, una reflexión sobre el rol de la ciudadanía – Mario Kölling

Los pasados días fuimos testigos de la celebración del 25 aniversario de la caída del muro de Berlín. Estos días invitaron también a la reflexión y a realizar un balance crítico sobre los acontecimientos que desencadenaron este evento y sus consecuencias. El 9 de noviembre de 1989 no representa solamente el fin pacífico de la separación de Alemania, sino que para muchos ha sido un evento cargado de esperanza ya que simboliza también el fin de la guerra fría y el comienzo de un nuevo orden mundial.

Hoy, 25 años más tarde, somos testigos de un desorden mundial en el que Europa se encuentra rodeada de conflictos bélicos y lastrando una crisis económica y monetaria en cuyo nombre se eliminaron grandes logros del estado del bienestar. En una primera reflexión, tanto los conflictos como la crisis económica parecen estar relacionados con los acontecimientos posteriores a la caída del muro. Ya el día 10 de noviembre Willy Brandt advirtió que “nada será tal y como era antes” y ni Europa, ni los EEUU, ni Rusia y tampoco Alemania, ni España son los mismos actores. Tras un cuarto de siglo parecemos seguir viviendo en un periodo transitorio, se habla de la Europa alemana, el resurgimiento de Rusia como amenaza militar, y a nivel doméstico en Alemania se sigue debatiendo sobre como denominar a la RDA -régimen, dictadura o Unrechtsstaat [que podría traducirse como Estado injusto o ilegítimo]-, como tratar al partido “Die Linke” –heredero del antiguo partido único en la RDA, aunque en lo que se refiere al programa, su estructura interna y su personal como financiación, no tiene ya ninguna relación con este pasado-, entre otros.

Es un hecho llamativo que en el contexto del 9 de noviembre de 1989 no tuvo lugar una conferencia internacional, asambleas constituyentes o reuniones de comités de expertos, sino que aparentemente fue un proceso en el que la ciudadanía asumió la iniciativa. Resultó asombrosamente sencillo, demasiado sencillo, porque, como escribió Julián Casanovas, los imperios no suelen abandonar su dominio de forma rápida y pacífica. En aquellos meses llenos de nerviosismo nadie parecía haber tenido una idea sobre el rumbo que se fuera a tomar, tampoco hubo tiempo de buscar un nuevo orden constitucional o una transición ordenada.

El Muro de Berlín cayó en la noche del jueves 9 de noviembre al viernes 10 de noviembre de 1989. No obstante el muro no cayó, el muro fue derribado y aplastado por el pueblo y a pesar de otras causas basadas en la situación económica y el contexto internacional, fueron los ciudadanos, los citoyen, quienes asumieron durante las semanas previas al 9 de noviembre la iniciativa. A esta iniciativa popular se unieron, conscientes o no; dirigidos o no, la oposición firme al sistema, reformistas y moderados del régimen, con el objetivo claro y concreto de derribar el sistema y de constituir un estado de derecho basado en elecciones libres. Este fue el objetivo principal de las manifestaciones, posteriormente esta unión se disolvió.

La oposición al régimen, que a pesar de las actividades de la policía secreta actuaba principalmente bajo el paraguas de la iglesia, había organizado ya desde principios de septiembre de 1989 manifestaciones periódicas que se convirtieron en las conocidas Montagsdemos. La primera de estas manifestaciones, que tuvo lugar el 4 de septiembre de 1989 en la Iglesia de San Nicolás en Leipzig, contó con la presencia de 1000 participantes. La oposición fue encontrando paulatinamente el apoyo de la oposición moderada y de los reformistas. Pero no fue hasta la manifestación del día 9 de octubre en Leipzig, donde ya se reunieron 70.000 manifestantes, cuando esta alianza recibió también el respaldo masivo de los ciudadanos.

Muchos activistas de entonces se apoyaron de forma decidida en la constitución de la RDA, subrayando que no habían optado por la vía de la emigración hacia el oeste de Alemania, como muchos antes y después de la apertura de las fronteras para ciudadanos de la RDA en Hungría, sino por el deseo de realizar una reforma interna. Una “tercera vía” que no reivindicaba principalmente la apertura de las fronteras, sino que preveía convertir el régimen en un estado de derecho que respetara la libertad de prensa y de expresión, además de aplicar consecuencias penales por la corrupción y mala gestión económica y la manipulación informativa. El principal motivo fue entonces derrotar el poder del partido comunista y abrir el camino hacia elecciones libres, dentro del marco constitucional existente. Bajo el lema “Wir sind das Volk” (somos el pueblo) –como se sabe este lema es convertido posteriormente al eslogan “Wir sind ein Volk” (somos un pueblo) y que entonces ya apuntaba a la reunificación –se celebraron posteriormente a la manifestación en Leipzig manifestaciones importantes en varias ciudades alemanas como Dresde, Magdeburgo o Halle en las que el tono se convirtió en un discurso más endurecido frente al gobierno y sus tímidas concesiones. Al mismo tiempo, las demandas hacia una apertura de los puestos transfronterizos fueron articuladas cada vez de manera más decidida. Tampoco el anuncio apresurado del día 8 de noviembre por parte del gobierno de convocar elecciones libres podía ya frenar el movimiento. Tras el 9 de noviembre, las manifestaciones que se expresaron a favor de una rápida reunificación crecieron y así se expresaron los ciudadanos en las elecciones generales en Alemania oriental del 18 de marzo de 1990 donde la llamada “Alianza por Alemania” obtuvo el 48% de los votos. Esta fue una señal clara de que la gran mayoría de los alemanes optaba por la reunificación. Pero mientras los opositores y los reformistas optaron por el camino constitucional del artículo 146 (creación de una nueva Constitución), la mayoría en ambos parlamentos, el de la RDA y el de la República Federal votaron a favor de la vía administrativa mediante una adhesión conforme al antiguo artículo 23 de la Ley fundamental.

Resulta también asombroso que este acto se celebrara sin ningún tipo de violencia, lo que apunta también a una cierta complicidad de altos mandos dentro del propio sistema. Considerando la existencia del ejército de la RDA, la policía militar, los diferentes grupos paramilitares y la gran cantidad de soldados de la URSS establecidos en la RDA (350.000 efectivos), este hecho resulta singular. Además, en junio de 1989 la Volkskammer (el parlamento de la RDA) apoyó la actuación del Gobierno de China ante las protestas de la plaza de Tiananmén, también hubo represalias violentas contra los manifestantes y miles de arrestados en el 40 aniversario de la República el 7 de octubre 1989 en Berlín –donde existía el orden de disparar-, y una “batalla” entre ciudadanos que intentaron emigrar de la RDA y las fuerzas de seguridad. De nuevo en este contexto resultó de especial importancia la protesta del día 9 de octubre en Leipzig, ya no se trataba de unos pocos miles que salían a la calle, sino de 70.000 personas, motivadas también por la actividad violenta de las fuerzas de seguridad en las mencionadas manifestaciones. En la manifestación de Berlín del día 4 de noviembre que se ha convertido en la demostración más grande de la historia de la RDA, tampoco hubo represalias sino que este evento representó ya una nueva estrategia del gobierno. Entre los opositores al sistema y reformistas, también los representantes del sistema intentaron aprovechar el momento para dirigirse desde la Alexanderplatz hacia las masas, no obstante como anteriormente se ha mencionado ya era tarde.

Conclusiones

En varios análisis se han apuntado a las causas de la caída del régimen los problemas económicos de la RDA, una deuda insostenible que se había acumulado desde finales de los setenta del siglo pasado, un alto nivel del gasto en prestaciones sociales, la falta de productividad del sector industrial, corrupción y malversaciones de bienes públicos y un mercado principal, el bloque soviético, en declive. También se han señalado causas exógenas, el predominio económico y militar de la alianza del oeste en la guerra fría, además de las protestas en Polonia, Hungría y la República Checoslovaca y los procesos de reformas iniciados por Gorbachov en 1985, la Perestroika y la Glasnost iniciaron una dinámica que alimentaron las fuerzas de oposición y debilitaron al régimen de la RDA.

El 9 de noviembre fue la jornada de la euforia, sustentada en la suma de fuerzas ante un objetivo colectivo, pero ya el 10 de noviembre fue el día en el que muchos advirtieron que todo no iba a ser tan fácil y pronto se empezó a romper la unidad entre la oposición, de nuevo en palabras de Willy Brandt pronunciadas el 11 de noviembre de 1989, “esto va a ser un camino largo, aún no hemos llegado al final del camino…”.

Aún teniendo similar estructura constitucional, se ha confirmado en diferentes análisis que la República de Berlín es muy diferente a la República de Bonn, es económicamente más fuerte, culturalmente más oriental, socialmente más divida y políticamente más heterogénea; en suma: más compleja. A pesar del contexto específico y de los problemas que siguen existiendo y dividiendo a ambas partes de Alemania, la caída del muro puede servir de ejemplo para conflictos territoriales, no solo por la lección de que pueden derribarse fronteras sin violencia, sino también por los graves problemas que pueden resultar de dividir pueblos y de construir fronteras donde antes no las hubo.

La Fundación Manuel Giménez Abad y el Centro de Estudios Políticos Constitucionales, en colaboración con el Instituto Goethe, organizan el próximo día 17 de noviembre un seminario en la sede del CEPC donde se anima a debatir sobre la temática.

Mario Kölling

Fundación Manuel Giménez Abad

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