‘Terrorismo. Disección de la barbarie’ de Joan Antón-Mellón. Un análisis posible – José Luis Caballero

Introducción

“El terrorismo es un concepto/término/insulto que forma parte del imaginario y de la realidad colectiva de grandes poblaciones humanas, sobre todo en occidente”. Así empieza la obra de Joan Antón-Mellón, “Terrorismo. Disección de la barbarie” como una declaración de principios de lo que pretende la obra, nada más y nada menos que situar el terrorismo en su justo contexto, dar una explicación racional a un fenómeno no actual desde luego, pero sí esencial en la situación política y social en los albores del siglo XXI. Tan arduo trabajo quiere decir que se hace necesario contextualizar el fenómeno, situarlo en su momento histórico, compararlo con el pasado y con el presente y buscar una explicación en lo que podríamos llamar las condiciones objetivas de la sociedad de nuestro tiempo. En definitiva, estudiar un fenómeno que no nace de la nada y que, en el fondo, ha adquirido enorme importancia por varias razones, la primera de las cuales es la enorme resonancia que se le está dando en las sociedades occidentales y desarrolladas.

El 11 de septiembre de 2001 el mundo asistió a una acción violenta que en aquel momento parecía que no se podía encuadrar en ninguno de los conflictos que habían marcado la historia del mundo en los últimos cien años. Cuando se pudo ir descifrando la secuencia de los acontecimientos, desde la caída de las torres gemelas, hacia atrás, hasta el diseño de la operación en algún lugar de la frontera entre Afganistán y Pakistán (algo que todavía permanece en la especulación) empezó lo que podríamos llamar la ceremonia de la confusión más que el esclarecimiento de los hechos. Se dice que la idea inicial fue del pakistaní Jálid Sheij Mohámed quien la presentó al saudí Osama Bin Laden y fueron éste y el “estado mayor” de la organización Al Qaeda los que poco a poco fueron diseñando el plan que llevaría a estrellarse dos aviones contra el World Trade Center, uno contra el edificio del Pentágono y otro más contra el suelo, cerca de la localidad de Shanksville, de camino hacia la Casa Blanca.

Incluso para los ciudadanos de países que han conocido en fecha reciente el terrorismo, aquella acción supuso también un cambio importante. Los españoles habíamos sufrido el terrorismo de ETA o del GRAPO y también el terrorismo de un estado agresivo y dictatorial. Teníamos aún presente la bomba de Hipercor, la del cuartel de la Guardia Civil de Vic, los 800 asesinatos de ETA y también la veintena de asesinados por el GAL o los abogados de Atocha. En Irlanda, en Alemania y en Italia, en Francia y en el Reino Unido se habían sucedido los atentados terroristas de extrema izquierda, de extrema derecha o de los grupos anarquistas. Pero en los atentados del 11 de septiembre hubo algo diferente, algo que en ese momento causó estupefacción y luego, poco a poco ha ido calando, convirtiéndose en un temor y sobre todo en la duda de que haya realmente un modo de combatirlo. Este algo diferente es el hecho del suicidio, la autoinmolación, la nueva imagen del terrorista suicida que no es que arriesgue su vida para cometer un acto violento, sino que busca exactamente eso, inmolarse, sacrificarse por una causa. Al mismo tiempo, aquellos atentados y los de Madrid tres años después señalaban a un nuevo enemigo, el islam, el salafismo, el fundamentalismo, Al Qaeda… hasta llegar en 2007 a la concreción del Isis, el estado islámico. Para Europa era algo así como volver al enfrentamiento medieval con el mundo musulmán. O eso nos han hecho creer porque, como muy bien señala Antón-Mellón la cruda realidad es que el terrorismo, individual, colectivo o del Estado ha vivido entre nosotros desde siempre, con una u otra cara.

Definir el concepto de terrorismo, situarlo en su contexto histórico, buscar sus causas profundas y plantear el modo de combatirlo, de eso trata la obra de Joan Antón-Mellón.

¿De qué hablamos cuando hablamos de terrorismo?

Para empezar, el profesor Antón-Mellón hace notar algo que a veces se nos escapa, como el árbol que nos impide ver el bosque. “El terrorismo es una forma de acción política” dice tan pronto como en la primera página y a mi entender no se trata de una obviedad ni de una verdad de Perogrullo porque acostumbrados a calificar al terrorista como asesino, criminal, loco o suicida, quiero eso decir que extrapolamos una realidad violenta de su entorno social y político y lo elevamos poco menos que a la categoría de trastorno individual o todo lo más colectivo. Y sin embargo, como queda de relieve en las páginas siguientes, el terrorismo contemporáneo, desde el “anarquismo decimonónico” hasta lo que llama “nuevo terrorismo” forma parte del devenir político ligado a la creación de las naciones, a la lucha de clases y al nuevo hegemonismo, la globalización, nacido de la quiebra de los regímenes comunistas.

Algo que parece tan evidente, la finalidad política del terrorismo, se empieza a embrollar no obstante cuando intentamos definirlo. De ahí la pregunta que el autor se hace en un momento crucial de su estudio “¿qué es terrorismo? o ¿qué debemos entender por terrorismo?”. Florece así la vieja controversia, lo que para unos es “guerra de liberación” para otros es “terrorismo”, entendiendo el sentido peyorativo del término, claro, porque como señala Antón-Mellón, para el terrorista de primera ola, el anarquista convencido de la bondad de la “acción directa”, sembrar el terror es un acto positivo de liberación. Admitamos pues que terrorismo es un acto negativo, en el que se ejerce la violencia con una finalidad política o como dice el autor “los políticos, con demasiada frecuencia acaban definiendo terrorismo de forma subjetiva e interesada como la violencia (de cualquier tipo) que ejerce el otro”.

El terrorismo que nos ocupa

Como decía más arriba, lo que ha cambiado en la percepción del terrorismo es que ahora nos enfrentamos a un nuevo tipo de terrorista, pero esa percepción de que el musulmán, el yihadista, el fundamentalista islámico es el nuevo terrorista, nos hace perder de vista algo que Antón-Mellón resalta y que es la esencia del problema: no es que el musulmán se radicalice, es que el radical se islamiza. Un tipo de persona, un colectivo, una familia, un grupo se radicaliza por las más diversas razones que Antón-Mellón fija en tres elementos que lo hacen posible: a) llamar la atención mediante el horror, b) transmitir un mensaje, c) provocar una respuesta social y posteriormente ese ente radicalizado se asimila a una ideología como el anarquismo o el fascismo o a una religión como el islam. Para Antón-Mellón está claro que, siguiendo a Johannes Most, autor de Philosophy of the bomb, la violencia terrorista era un programa político a desarrollar desde un primer planteamiento: “La violencia atroz se apoderará del imaginario político”, hasta “finalmente, el pueblo dará la espalda al gobierno y apoyará a los terroristas”. ¿Cuál es pues la diferencia entre el terrorista decimonónico, el miembro de ETA o del IRA con respecto al nuevo terrorista de Al Qaeda o Daesh, o cuál es pues ese programa político del Daesh o de sus franquicias? A juicio del autor no hay programa político, sino acción política, pues la finalidad última, un califato mundial, tiene que parecer irrealizable incluso para sus fieles. Así pues, estamos ante un viejo conocido; el fascismo en su vertiente islamista. “el yihadismo es una respuesta a las miserias de la postmodernidad en clave islamista”.

 

José Luis Caballero
Escritor

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