De los Monuments Men al Convenio de Tampere. 150 años de derecho internacional humanitario – Carles Pérez-Desoy i Fages

Gen. Dwight D. Eisenhower, Supreme Allied Commander, accompanied by Gen. Omar N. Bradley, left, CG, 12th Army Group, and Lt. George S. Patton, Jr., CG, US Third Army, inspects art treasures stolen by Germans and hidden in a salt mine in Germany. 04/12/1945 RG-111-SC-204516.tif
Gen. Dwight D. Eisenhower, Supreme Allied Commander, accompanied by Gen. Omar N. Bradley, left, CG, 12th Army Group, and Lt. George S. Patton, Jr., CG, US Third Army, inspects art treasures stolen by Germans and hidden in a salt mine in Germany. 04/12/1945 RG-111-SC-204516.tif

En 1943 el presidente Roosevelt acordó la creación del Monuments, Fine Arts, and Archives program, que concluyó con la creación de una unidad militar integrada por cerca de 400 personas –originarios de trece paises– para proteger los bienes culturales del expolio y la destrucción nazi, cuya heroica epopeya ha sido inmortalizada para el cine por George Clooney en The Monuments Men. Uno de estos hombres, el arqueólogo británico Leonard Woolley, observó que hasta que el General Eisenhower, en Argel, firmó la orden instruyendo a sus tropas a prestar apoyo operativo a los Monuments Men “ ningún ejército se había preocupado por proteger monumentos del país con el que estaba en guerra, y no había precedentes de cómo hacerlo”.

A pesar del admirable esfuerzo de los Monuments Men dramatizado en la película de Clooney, la destrucción de patrimonio cultural durante la II GM fue masiva. La preocupación por evitar nuevas catástrofes llevó en 1954 a la firma en La Haya del Convenio para la protección de bienes culturales en caso de conflicto armado, inspirado en el Pacto Roerich (un convenio firmado por diez países americanos en 1935), e impulsado por los estados europeos que más habían sufrido la reciente guerra. Este texto, junto a otros que le han seguido, han sido acusados de voluntaristas e ineficaces por no haber logrado impedir episodios tan dramáticos como la destrucción de los manuscritos sagrados de Tombuctú a manos de los salafistas de Ansar-Dine o el bombardeo de Dubrovnik durante la guerra entre Serbia y Croacia. Se olvidan en cambio algunos de sus éxitos, como las medidas adoptadas por la UNESCO para salvaguardar el patrimonio histórico de Libia en 2011. Es posible que este tratado sea, como dicen sus detractores, una herramienta frágil; pero hace una aportación realmente novedosa que conviene destacar: la utilización de conceptos del derecho diplomático –generalmente reputados como elitistas, como por ejemplo la inviolabilidad de las embajadas– para proteger monumentos y obras de arte. De acuerdo con este convenio es posible incluso atribuir a unidades enemigas la protección de los bienes culturales, en una nueva trasposición feliz del concepto de protección diplomática que los estados garantizan a las embajadas extranjeras en su territorio. Pensemos, por ejemplo, en una unidad militar serbia autorizada por EEUU durante la guerra de Kosovo a proteger del saqueo los monumentos de la iglesia ortodoxa serbia.Llegeix més »